El Mensaje Del Padre
Gregory Bodine
Al enseñar la Biblia a nuestros hijos, hay cuatro cosas que necesitamos tener en perspectiva.
El Evangelio. Debemos evangelizar a nuestros hijos, proclamándoles y enseñándoles el evangelio a temprana edad y seguido. No es raro escuchar de niños de 4 o 5 años que llegan a Cristo, pues es fácil para los niños creer.
En toda nuestra vida, ¿qué puede ser más importante que la salvación de nuestros propios hijos? Su destino eterno debería ser nuestra primera preocupación sobre toda otra actividad y materia enseñada a ellos.
¡Qué gozo es para un padre y una madre tener el privilegio precioso de guiar a su propio hijo a Cristo!
Las Obras De Dios. Enseñar a nuestros hijos las obras de Dios hace crecer su fe y confianza en Dios. La Escritura dice: “El estableció testimonio en Jacob, y puso ley en Israel, la cual mandó a nuestros padres que la notificasen a sus hijos; para que lo sepa la generación venidera, y los hijos que nacerán; y los que se levantarán lo cuenten a sus hijos, a fin de que pongan en Dios su confianza, y no se olviden de las obras de Dios” (Salmo 78:5-7).
Dios quiere que les enseñemos a nuestros hijos acerca de sus obras en la historia. La mitad de la Biblia está en forma de narrativo histórico relatando estas obras.
Cuando enseñamos a nuestros hijos lo que Dios ha hecho en la historia, les estamos dando una buena razón para “poner su confianza en Dios.” Un Dios que ha librado gente del fuego, juzgado a naciones, y abierto el mar, seguramente podrá cuidar de mí.
Los Mandamientos de Dios. Los mandamientos de Dios enseñan a nuestros hijos cómo obedecer y caminar con Dios. “Que guarden sus mandamientos, y no sean como sus padres, generación contumaz y rebelde; generación que no dispuso su corazón, ni fue fiel para con Dios su espíritu” (Salmo 78:7b-8).
Dios quiere que le obedezcamos; obedecer a Dios es amarle. Cristo dijo que “El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama”(Juan 14:21).
Mientras criamos a nuestros hijos para que amen a Dios, necesitamos activamente impartirles el conjunto de mandamientos e instrucciones que Dios nos ha dado. Sin embargo, no basta sólo enseñarles estos mandamientos; debemos ayudar a nuestros hijos a obedecerlos. Cristo instruyó a sus discípulos en la gran comisión a “hacer discípulos a todas las naciones… enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado” (Mateo 28:19-20).
Sana Doctrina. Debemos impartir a nuestros hijos la sana doctrina de la fe. Esto llega a ser especialmente importante cuando tus hijos llegan a ser adultos jóvenes. Nuestra meta para ellos es madurez, ser sanos en la fe, no llevados por doquiera de todo viento falso que sopla (Efesios 4:13-14). Cuando nuestros hijos se vayan de la casa, queremos que ellos sepan qué es lo que ellos creen y por qué. El Apóstol Pedro escribe, “sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo aquel que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros” (1 Pedro 3:15).
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