Cada Cosa en Su Lugar
Por: James y Joy Dunlap
Es relativamente fácil para nosotros los adultos idear, comprar, o crear lugares donde poner las cosas, de modo que todo tenga su lugar. Pero toma tiempo entrenar a los niños para que lleguen al punto de mantener todo en su lugar.
La tendencia natural de los niños es abrir un cajón y dejarlo abierto, hacer desorden y dejarlo así, mover algo y no volver a acomodarlo, o sacar un juguete y dejarlo afuera. Reconócelo–la diligencia no es algo natural en los niños; de ahí la desorganización de nuestros hogares. (Por supuesto nosotros mismos quizás contribuyamos a esto si es que aún no hemos corregido nuestros malos hábitos.)
Reglas de Responsabilidad Básica
El primer paso es sentar a los niños y hacer que repitan juntos las siguientes reglas (o algunas similares que ustedes establezcan).
•Si lo abro, debo cerrarlo.
•Si lo saco, debo guardarlo inmediatamente después de usarlo.
•Cuando me cambio, la ropa debe ir inmediatamente al bote de la ropa sucia.
•Cuando use algún plato, debo enjuagarlo y acomodarlo con los demás platos para lavar.
•Tan pronto como vea que algo está derramado, no importando quién lo haya derramado, debo limpiarlo.
•Si hago desorden, debo ordenarlo.
El repasar las reglas como familia es un punto esencial de inicio.
Cumplimiento de las reglas
Si no surte efecto el repetir y comentar una regla, hay varias cosas que puedes hacer.
Puedes exhibir en un pizarrón de corcho una regla por semana, y repasarla antes de cada comida. O puedes hacer que el niño lleve a cabo una regla repetitidamente de la siguiente manera:
Si un niño tira la ropa sucia en el piso, puedes hacer que vacíe todo el bote de la ropa en el piso y que recoja toda la ropa.
Si un niño deja un cajón abierto, puedes hacer que abra cada cajón del cuarto y que los cierre mientras repite, “Cuando abra un cajón, debo cerrarlo.”
Lo que hay que entender es esto: Un niño siempre seguirá por naturaleza la ruta de menor resistencia. Pero si el dejar un juego fuera de su lugar significa que tendrá que volver a guardar todos y cada uno de los juegos del gabinete, el dejar un juego afuera dejará de ser la ruta de menor resistencia. Los niños aprenden rápidamente con este método.
Otra opción que puedes tomar cuando un niño no sigue las reglas básicas del orden es llevar a cabo incentivos negativos previamente anunciados. Los incentivos positivos por sí solos no son suficientes para formar el carácter de un niño.
Son esenciales los métodos de disciplina tradicionales aprobados por el tiempo y por la Escritura. Además, puedes hacer que un niño pierda algo cuando por flojera y negligencia no tiene cuidado de las cosas.
Por ejemplo, cuando nuestros hijos en varias ocasiones dejan las crayolas o colores fuera de su lugar, de tal manera que se les pierden o se les quiebran, les quitamos toda la caja de colores por un determinado período de tiempo. Se los regresamos cuando en una forma constante mantienen su escritorio ordenado o mejoran sus hábitos de limpieza.
Un zapato extraviado por no estar en su lugar podría significar la pérdida de un viaje al centro con papá la próxima ocasión que él vaya.
Si un juego está fuera de su lugar, la última persona que lo haya usado tal vez no pueda jugar con él por un período de tiempo.
Asegúrate de que las sanciones que utilices sean las apropiadas para cada conducta equivocada y que no sean demasiado desalentadoras ni demasiado leves. (Un viaje de una vez en la vida no debe ser negado sólo porque el niño una vez olvidó guardar los zapatos en el lugar correcto.)
Trabajando Juntos
No se puede evadir el hecho de que se requiere trabajar para que nuestros hogares y nuestras vidas se mantengan organizados. Si nuestros hijos no aprenden a trabajar duro nuestros hogares nunca estarán limpios, y punto.
El trabajo de mantener la casa limpia es demasiado como para que mamá lo haga sola, y los niños deben aprender a trabajar por causa de la formación de su carácter, también. Las cuestiones académicas son muy importantes, pero debemos reconocer que es aun más importante aprender a trabajar, ya que la diligencia es esencial para obtener éxito en cada área de la vida.
Aun cuando te sea económicamente factible el tener una sirvienta, necesitas considerar si la habilidad de tus hijos para trabajar en un futuro pueda estar en peligro. Yo recomiendo que cierta parte del trabajo siga siendo responsabilidad regular asignada a tus hijos.
Los primeros años de un niño son los mejores para enseñarle a trabajar y a disfrutar del trabajo. A nuestro niño de dos años le encanta tirar los papeles en el bote de basura, recoger su plato de la mesa, poner la ropa sucia en el cesto, o arrancar las hierbas y llevárselas en su carreta.
Aprovecha al máximo esta etapa en la vida de tu hijo, y tanto su vida como la tuya será mucho más llevadera en un futuro. Las habilidades que nuestros hijos aprendieron desde pequeños son las que siguen disfrutando a la edad de 8 y 9 años.
Una manera segura y efectiva de ayudar a los niños a disfrutar el trabajo es trabajar a su lado desde su edad temprana.
Cuando nuestros hijos mayores eran pequeños, me era muy difícil trabajar y darles al mismo tiempo la atención que necesitaban. Así que empecé a involucrarlos en mi trabajo y después jugaba con ellos. Como cosa sorprendente, ellos decían que disfrutaban más eso que el que yo les dijera todo el día, “Vayan a jugar; Mamá está ocupada.”
Ambos niños disfrutaban el ayudarme a esa edad en actividades como llevar ropa sucia a la lavadora, barrer la alfombra mientras yo la aspiraba, mezclar los ingredientes mientras yo cocinaba o acomodar los artículos ligeros en la alacena de abajo mientras yo guardaba los pesados, frágiles, o de entrepaños superiores. A los niños pequeños les encanta poner la mesa también.
Al ir creciendo los niños, el enfoque debe cambiar de una simple participación a un desarrollo de responsabilidad personal, además de habilidades sólidas de trabajo y de organización.
Los niños necesitan aprender paso por paso, trabajando a tu lado mientras les enseñas cómo lavar la cocineta, el inodoro, cambiar las toallas del baño, el jabón, el papel sanitario, limpiar el refrigerador, lavar la estufa, arreglar el librero, organizar el patio, acomodar los papeles del escritorio u organizar las vitrinas con vajilla.
La importancia de trabajar a su lado para que desarrollen habilidades sólidas y una actitud positiva al trabajo es clara. No hay nada más motivante que la camaradería entre padres e hijos que trabajan juntos.
Habla mientras trabajas, o canta, si así lo prefieres; comparte un pensamiento, una sonrisa, o ríe con ellos. Algunos de los tiempos de unión más bellos que tengo con mis hijos mayores se dan cuando nos ponemos a organizar o cuando trabajamos juntos en el jardín. Sí, también hacíamos muchas cosas “divertidas”, pero de alguna forma el trabajar juntos como equipo tiene un gran significado en las relaciones padre-hijo.
Por supuesto que hay momentos en los que tú tienes que dedicarte a una tarea mientras el niño se dedica a otra. Pero la actitud positiva del niño hacia una tarea que él debe realizar solo, tuvo su origen en el haberla realizado junto contigo.
El trabajar con nuestros hijos también les permite a ellos captar detalles de habilidades que tal vez se nos olvide transmitirles si sólo les describimos el trabajo oralmente y les decimos, “Vé y hazlo tú solo.”
Por ejemplo, he notado que cuando le digo a mi hija de cinco años, Jennaya, que limpie su cuarto y la dejo sola, los resultados no son tan agradables como los obtenidos cuando me siento en su cuarto y le ayudo a organizar sus cosas desde la perspectiva de un adulto. (Pero no caigas en la tentación de hacerlo todo tú. Para aprender de la experiencia, el niño debe ayudar haciendo algo en la medidad de su capacidad.)
Solución de problemas
Es bueno desarrollar el hábito de resolver problemas con tus hijos en lo referente a la organización de sus artículos personales. Yo paro la oreja cuando escucho a uno de nuestros cuatro hijos decir que ha perdido algo o que no encuentra lo que se tiene que poner o cuando dice cosas como, “Parece que tan pronto como arreglo mi clóset se desordena de nuevo.”
Posiblemente el problema sean los malos hábitos, o tal vez algún sistema de organización no está funcionando; de cualquier forma, mis hijos me necesitan para ayudarles a solucionar problemas.
Si algunos artículos no tienen un lugar específico, si están demasiado amontonados en un cajón o recipiente o si muchas cosas de diferentes tipos están en un solo cajón, esto indica que se necesita un nuevo sistema.
Mis hijos y yo charlamos acerca de las posibles soluciones y juntos las implementamos. He visto que nuestros hijos realmente aprecian el tiempo que tomo con ellos para ayudarles a pensar en maneras de organizar sus cuartos, y da por resultado cuartos más limpios y ordenados.
Si el problema no parece originarse en una mala organización del cuarto, hago preguntas tratando de encontrar qué hábitos puedan estar causando el problema.
Me tomo el tiempo para repasar todos los hábitos requeridos para que el cuarto del niño se conserve limpio y ordenado, y luego le recuerdo y vigilo a ese hijo hasta que los aprenda.
He encontrado que entre más diligente y constante sea en recordarles estas cosas siento menos impaciencia o rencor hacia la desorganización. Me siento parte de ellos y he aprendido a ser organizada, en lugar de sentirme frustrada e impotente.
Me siento muy animada al ver que mi propia diligencia trae como resultado la diligencia de mis hijos. Es esencial revisar diariamente que los cuartos estén limpios si quieres que tus hijos los mantengan así todo el tiempo.
Recompensando la fidelidad
En lugar de dar dinero, decidimos establecer un sistema de recompensas que se darían por fidelidad en todas las cosas pequeñas. “El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel” (Lucas 16:10).
Para enseñar a nuestros hijos a desarrollar la fidelidad y la responsabilidad, diseñamos una forma con una columna de espacios que los niños tenían que marcar cada día. Esto hace que sean responsables en cosas pequeñas como el cepillarse los dientes, peinarse, mantener sus escritorios y cuartos limpios, acostarse y levantarse a tiempo, empezar a estudiar a tiempo, completar todas sus asignaturas diarias y mantener registros personales precisos (si tienen edad para hacerlo), terminar con sus tareas a tiempo cada día, tener un tiempo de oración y lectura bíblica todos los días, etc.
Si nuestros hijos son fieles en estas cosas el 90% del tiempo o más, pueden escoger una de las recompensas que están en la caja al final de la semana. (Las recompensas son artículos pequeños, no caros, pero que nuestros hijos tienen interés en obtener). Para los hijos mayores podría funcionar mejor una recompensa monetaria semejante a lo que les darías como ingreso semanal.
Conforme los niños se hagan más fieles y sean más constantes en ganar una recompensa cada semana por un período de varios meses o incluso años, tal vez aumentemos el porcentaje requerido para obtener una recompensa. Esto les ayudará a no conformarse con una fidelidad a medias y volverse mediocres.
(La recompensa deberá haberse ganado semanalmente en una forma constante por un buen período de tiempo antes de levantarse la norma para que los niños no se desanimen por falta de reconocimiento a sus esfuerzos.)
Nosotros consideramos la posibilidad de simplemente pagarles a los niños por el trabajo que hacen, pero descubrimos que frecuentemente los niños sólo realizan las tareas pagadas, pero dejan sus cuartos sucios, no se lavan los dientes, etc., y siguen recibiendo dinero.
Sentíamos que cualquiera que fuera el sistema que utilizáramos (ya fuera el pago, o dotación semanal, o recompensas) debía abarcar todo, para que nuestros hijos pudieran aprender a ser fieles en todas las áreas de sus vidas y no sólo en unas cuantas.
No importa qué sistema de motivación utilices, los procedimientos para mantener una casa limpia y ordenada deben dividirse en pasos individuales para los niños, escritos en una tarjeta o en una lista de reglas y deben revisarse diligentemente y hacerse cumplir con incentivos tanto positivos como negativos. (No descuides los métodos de disciplina bíblicos tradicionales.) De otra manera todos los hábitos que los niños necesitan aprender se convertirán en lagunas de aprendizaje y es posible que nunca las adquieran.
Estableciendo una rutina
Una rutina diaria es un aspecto muy importante en mantener organizados el hogar y la escuela. Los eventos específicos son los mejores activadores de la memoria. Cuando asociamos cierta tarea con un evento o acción particular es más probable que la llevemos a cabo.
Es extremadamente útil que se les dé a los niños una secuencia de eventos que deban realizar diariamente y que se les indique el tiempo en el que deben terminarlos.
Por ejemplo, nuestros hijos tienen que escribir su nombre y la fecha en la parte superior de cada hoja antes de iniciar una nueva materia y anotar la hora en que la están empezando. Tan pronto como terminen con esa materia, es su responsabilidad anotar la hora en que terminaron, indicar el trabajo realizado y el tiempo empleado para el mismo, archivar todas las hojas de trabajo que pudieran estar sueltas y guardar todos los artículos y libros de texto usados antes de empezar otra materia. (Cada escritorio debe tener una caja para libros, una caja de archivo, una caja para lápices y un cesto para papeles, allí junto al escritorio.)
Los niños deben tener diariamente una hora clara y específica para la cual deben haberse realizado sus responsabilidades y de lo contrario se aplicará una disciplina.
Por ejemplo, nuestros niños deben tener su escritorio en orden antes de la comida. Ellos saben de antemano que sus escritorios serán inspeccionados, y de ese modo tienen tiempo suficiente para prepararlos sin ninguna excusa.
De igual forma, los niños saben que deben recoger los juguetes y cosas con las que juegan en el patio antes de entrar a cenar. Esto les da tiempo para hacer planes con anticipación, pero además yo les aviso cuando faltan 15 minutos para la hora de entrar.
Antes de ir a la cama, los niños deben haber sacado punta a sus lápices y haber arreglado sus escritorios para el siguiente día de clases. Los libros extraviados deben encontrarse antes de (no durante) la hora de clases de la mañana siguiente.
Estos pequeños plazos, si se hacen cumplir, son muy útiles en mantener nuestras vidas organizadas y en desarrollar disciplina y habilidades de organización que nuestros hijos necesitarán en la edad adulta. Y cuando el vencimiento del plazo está señalado por un evento como la comida o la hora de ir a la cama (más que por una hora del reloj), es más probable que los niños cumplan.
Reduciendo el Desorden
Ya que son las cosas pequeñas las que causan que nuestras vidas se hagan desorganizadas, son precisamente ésas en las que debemos enfocarnos para poder ser organizados de nuevo.
Aprendimos eso después de una enfermedad prolongada, cuando todas las cosas que los niños habían dejado de hacer se juntaron, y vimos la necesidad de una reorganización radical.
Recorrimos la casa echando en una bolsa de plástico toda la basura, en una bolsa todas las cosas que no necesitábamos y en otra las cosas que en ese momento estábamos usando.
Decidimos tener en cada cuarto sólo las cosas que necesitábamos regularmente y después de un período de tiempo examinaríamos el resto que se hubiera acumulado –- correo, revistas, catálogos, dibujos de los niños, etc.
Es mucho más fácil mantener una casa organizada cuando las cosas que sólo utilizas de vez en cuando ya no te están estorbando.
Si no sentimos la libertad de tirar algo hasta tener tiempo de echarle un vistazo, simplemente lo ponemos en el desván hasta que tengamos tiempo de verlo.
Vigilancia y consecuencias
Hemos notado que no es nada difícil para los niños desorganizar una casa que acaba de ser organizada, a menos que con trabajo cuidadoso y esmerado sus hábitos sean completamente reformados.
Una niña a la que le gusta cocinar debe aprender a cerrar todos los frascos, limpiar lo que derrame, guardar los ingredientes, lavar los platos y guardar los alimentos recién horneados y enfriados.
Si nuestros hijos llevan a cabo sólo la mitad de estos pasos, la desorganización de todas maneras se acumula fácilmente. Es necesario enseñar a los niños a seguir todos los pasos para limpiar lo que hagan, o seguirás teniendo el problema. El seguir las instrucciones a medias equivale a desorganización y a una pérdida de recursos.
Cuando los niños saben que los estás inspeccionando, toman tiempo para seguir todos estos pasos, especialmente cuando existan consecuencias a causa de la desobediencia (por ej., perder una oportunidad de cocinar o cuidar el jardín, o quedarse adentro limpiando y organizando).
La negligencia de nuestros hijos no necesita ni nuestro enojo ni nuestro rencor para cambiarlo, sino sólo nuestra vigilancia. Debemos de inspeccionar para ver si el niño sigue las instrucciones con constancia y aplicar disciplina necesaria cada día y por cada infracción que se comete.
Hacer de la Fidelidad una Prioridad
Hemos aprendido que la vigilancia y la constancia son difíciles para nosotros los padres, pero a la larga traen su recompensa. Con el tiempo veremos que somos recompensados con hijos que por costumbre mantienen las cosas limpias y ordenadas sin pensar en ello y sin que los tengamos que empujar.
Nuestra meta como educadores del hogar no es sólo enseñar a nuestros hijos conocimiento académico, sino también carácter–responsabilidad, diligencia, buenos hábitos de trabajo, iniciativa, perseverancia, atención, creatividad y auto-disciplina. Es por eso que vemos la enseñanza de nuestros hijos en cuanto a la habilidad de organizarse y mantenerse organizados como un aspecto central de nuestra educación en el hogar.
Pedimos al Señor mientras enseñamos a nuestros hijos a ser fieles en las cosas pequeñas de la vida ahora que cuando sean grandes también sean fieles en lo mucho al vivir sus vidas de adultos en obediencia al Señor en todas las cosas.
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