Home 2025 enero 24 Cuando la Crítica Duele Más

Cuando la Crítica Duele Más

Cuando la Crítica Duele Más

Por Kathryn Frazier

Te encuentras disfrutando del aire fresco y del sol en el jardín de tu casa. Tus hijos pequeños andan atrapando lagartijas, comentando las características de los reptiles y cómo los animales de sangre fría regulan la temperatura de su cuerpo. Tu hija de edad preescolar, no se deja impresionar por tales criaturas y prefiere recoger un manojo de flores. Ella se fija en los diferentes colores de las flores y las separa por tipo. Tranquilamente comentas acerca de lo hermoso que se ve su ramillete, de la fotosíntesis y de la importancia de cuidar del medio ambiente que nos rodea. Tu hija adolescente se encuentra recostada en la silla para jardín, disfrutando los rayos del sol y leyendo “Mujercitas”. La educación en el hogar en su mejor momento. Justo en medio de esta hermosa mañana, el primo Tomás llega para regresar una sierra para recortar que había tomado prestada. Mirando a su alrededor a toda la diversión, se ríe y dice, “Qué divertido debe ser ‘irse de pinta’ (faltar a la escuela) todos los días.”

Inmediatamente te encrespas. ¿Pero qué puedes responder? ¿Te lanzas en una disertación acerca de la filosofía del aprendizaje dirigido por el alumno? ¿Te excusas diciendo que solamente están tomando un receso, y le aseguras que tus hijos están pegados a los libros todo el día? ¿Lo ignoras? ¿Lo tomas como un chiste y haces una broma? ¿Haces una nota mental de no volver a dejar salir a los niños al jardín por las mañanas sino solamente por las tardes?

Por un comentario hecho sin pensar, estás siendo desviada de la libertad de educar en el hogar, a la tiranía de tratar de agradar a otros. Mucho de lo que amenaza nuestro gozo como educadores en el hogar viene de fuera de nuestros hogares. Grupos de maestros, el sistema de la educación pública y la sociedad en general pueden acérrimamente desaprobar de nuestras opciones y decisiones; pero estamos preparados para eso. Esperamos que la sociedad responda negativamente a lo que hacemos. Pero lo que realmente nos duele y nos afecta son los comentarios negativos expresados por las personas que amamos.

Los comentarios de mi hermana Juanita, quien nos ama y tiene buenas intenciones pero teme que el educar en el hogar sea demasiado para nosotros. Mi hermano Bob, que tiene el problema de que todo lo quiere controlar, no se puede callar y tiene que dar a conocer su opinión. La tía Trudy puede ser muy áspera y no siempre sabemos la razón de sus acciones. Y a veces el primo Tomás simplemente habla sin pensar, como que no reconsidera el daño que sus palabras están causando.

No nos debe sorprender que las críticas vengan de familiares y amigos. “Y Jesús les dijo: No hay profeta sin honra sino en su propia tierra, y entre sus parientes, y en su casa” (Marcos 6:4). Es aquí cuando las críticas parecen causar el mayor daño. Aunque sabemos que no todo el mundo nos comprenderá ni estará de acuerdo, no obstante tenemos la esperanza de que nuestras propias familias, nuestros amigos, otros que educan en el hogar y nuestros hermanos y hermanas en Cristo nos van a apoyar. Cuando nuestros seres amados hacen comentarios hirientes, a veces nos agarran desprevenidos, y eso puede ser doloroso. Necesitas estar preparada. Conforme leas a través de las Escrituras, fíjate en las circunstancias en las cuales ocurre la persecución. En muchas ocasiones, viene de alguien que se dice ser siervo de Dios. Ya sea que la crítica sea bien intencionada, cruel o dicha de manera irreflexiva o desconsiderada, probablemente venga de alguien que está cerca de ti. La clave para tener paz es saber cómo responder de una manera que sea agradable a Dios.

Reconoce que hay dos tipos principales de críticos: los que son bien intencionados y los que no lo son. Cuando alguien que te ama y desea lo mejor para ti, cuestiona el hecho de que estés educando en el hogar o cuestiona tus métodos o el progreso de tus hijos, ¡anímate! Aunque sus comentarios puedan arder, es una bendición tener a alguien que se preocupa lo suficiente por ti y por tu hijo para que se arriesgue a una confrontación, porque lo considera para tu bien. Aférrate a esa amiga. Ya sea que esté mal informada o solamente esté en desacuerdo contigo, puedes darle las gracias por su interés y preocupación, al mismo tiempo le puedes asegurar que le estás haciendo a tu hijo más bien que mal. Esta amiga puede llegar a ser con el paso del tiempo un aliado de la educación en el hogar.

El ser amado bien intencionado puede no saber gran cosa de la educación en el hogar o puede haber escuchado de alguna mala experiencia que tuvo alguna familia. Con frecuencia no ha meditado seria y lógicamente sus objeciones. Solamente está preocupada. Aquí es donde la encuentras. Pídele que sea muy específica. Si ella te dice, “No creo que sea bueno para el niño,” entonces pregúntale, “¿En qué forma no es bueno? ¿A qué te refieres?” Escucha con mucha atención. Determina con precisión cual es su preocupación. Repítela con otras palabras para asegurarte que has comprendido, y que ella sepa que la has escuchado. Puede que tenga varias cosas que le preocupan. Repasa punto por punto y responde a cada una en forma individual. Si la preocupación no es específica, puedes proponerle a tu amiga que te dé un período de prueba en el cual no haga más comentarios. Le puedes decir, “Vamos a darle un año y veremos como progresa Melissa. Si después de un año, todavía tienes estas preocupaciones, podemos volver a comentarlo. Pero vamos a acordar no decir nada negativo acerca de la educación en el hogar, por el bien de la niña, sino hasta que haya pasado el año.”

Si realmente hay una preocupación específica, y ésta tiene razón de ser, pide consejo. Sé clara en el hecho de que no tienes la intención de poner a tu hija en un ambiente escolar institucionalizado, pero que juntas, tal vez puedan encontrar una nueva manera de enfocar el problema o de tratar con esa situación. ¿Está tu amiga dispuesta a ayudar con el problema, involucrándose un poco en la educación de tu hija? Pregúntale si está dispuesta a ayudarte dándole alguna clase, llevándola en excursiones, dándote un descanso o cualquiera que sea la necesidad. Esto es muy efectivo para “desarmar” a la persona. Estás dejando muy en claro que la estás escuchando y que estás tomando sus preocupaciones con seriedad. Si ella está de acuerdo, el escéptico viene a ser parte de la solución al llegar a ser parte del proceso de la educación en el hogar. Los abuelos, especialmente, pueden hacer esto muy bien. Aunque mis propios padres nunca han estado totalmente de acuerdo con la educación en el hogar, han participado a través de los años llevando a sus nietos en excursiones educativas, comprándoles libros y juegos educativos, escuchándoles decir lo que han aprendido en sus lecciones, leyéndoles libros, cuidando de ellos para que mi esposo y yo podamos participar de alguna actividad con otros adultos y compartiendo con ellos lecciones de la vida y eventos históricos de los que han sido testigos. Porque nos aman y porque saben que tenemos nuestra decisión tomada, ellos están dispuestos a participar por el bien de la familia, aunque no estén de acuerdo. Toda nuestra familia ha sido enriquecida grandemente por su involucramiento. Ahora, después de doce años y de nuestro primer graduado de bachillerato en el hogar, ellos están comenzando, apenas comenzando, ¡a pensar como nosotros pensamos!

Todo esto está bien, pero ¿qué de aquellos que no son tan bien intencionados? Proverbios 26:4-5 dice, “No respondas al necio conforme a su necedad, para que no seas tú también como él.” Este no es un consejo contradictorio, como puede parecer en la superficie. Dios nos está diciendo que evaluemos cada situación de manera separada. Hay momentos en donde debemos ignorar los comentarios maliciosos y ocasiones en las que debemos responder. Vemos esto demostrado en la manera en que Jesús trató con aquellos que lo condujeron a la muerte.

“Y cuando fue de día, se reunieron los ancianos del pueblo, y los príncipes de los sacerdotes y los escribas, y le trajeron al concilio de ellos, diciendo: ¿Eres tú el Cristo? Dínoslo. Y Él les dijo: Si os lo dijere, no creeréis; y también si os preguntare, no me responderéis, ni me soltaréis. Desde ahora el Hijo del Hombre se sentará a la diestra del poder de Dios. Entonces todos dijeron: ¿Luego eres tú el Hijo de Dios? Y Él les dijo: Vosotros decís que lo soy.” (Lucas 22:66-70) Cuando los líderes religiosos, quienes creían ser muy sabios, intentaron atrapar y humillar a Jesús con sus palabras, Cristo no les dio la oportunidad de decir, “Ven, no sabe qué contestar.” Él respondió de manera directa, veraz, y con plena confianza. Cuando alguien es arrogante, y continuará en su arrogancia si no respondemos, entonces hemos de seguir el ejemplo de Jesús, y responder calmadamente y con convicción.

Fue muy diferente cuando Jesús fue llevado ante Herodes. “Y Herodes, viendo a Jesús, se gozó mucho, pues hacía mucho que deseaba verle; porque había oído de Él muchas cosas, y tenía esperanza que le vería hacer algún milagro. Y le preguntaba con muchas palabras; mas Él nada le respondió.” (Lucas 23:8-9)
Herodes había oído hablar de esta persona que alimentaba multitudes, sanaba a los enfermos y resucitaba muertos. Había oído acerca de las enseñanzas inusuales de Jesús y de cómo respondía a los líderes religiosos. Herodes quería ver una función, quería entretenimiento. Jesús no le dio una función por más que Herodes lo provocaba. Cuando alguien hace comentarios maliciosos para que lo entretengamos con nuestras respuestas, nosotros no debemos ser como él. No damos funciones. Hemos de seguir el ejemplo de Jesús, y no dar una respuesta a esa persona. Aun cuando el comentario es pura palabrería como en el caso del primo Tomás, esta es la respuesta correcta. Aunque probablemente estaba haciendo un comentario impremeditado e impensado que significaba poco para él, el primo Tomás estaba haciendo una broma para su propio entretenimiento. La mejor respuesta para estos casos es no dar ninguna respuesta; el silencio.

Independientemente de cómo respondamos a las críticas acerca de nuestro educar en el hogar, puede ser que nunca logremos persuadir a nuestros detractores. Jesús manejó cada comentario burlón y ofensivo de manera perfecta, pero de todas formas fue crucificado, porque Dios tenía propósitos mayores que el de ganar discusiones. El hecho de que demos la respuesta correcta no significa que vamos a “ganar” desde una perspectiva terrenal. Podemos estar seguros del propósito mayor de Dios, y después de todo, es a Él a quien queremos complacer. Cuando respondemos en una manera que le agrada a Dios, podemos relajarnos y dejar a quienes nos critican en sus manos.

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Kathryn Frazier educa en el hogar en libertad con su esposo y cinco hijos en Tampa, Florida. kathryn.writes@hotmail.com

Este artículo fue originalmente publicado en la edición de Sep. / Oct. 2007 de la revista Home School Enrichment Magazine. Para mayores detalles, visite http://HomeSchoolEnrichment.com

Author: El Hogar Educador

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