Usa historias verídicas para enseñar a tus hijos
por Arturo Dappen
Las historias verídicas son la base de la verdad. La Biblia es un documento histórico: una compilación de “historias verídicas”. Los relatos verídicos, escritos por gente de confianza, constituyen el método que Dios estableció para conocer la verdad. Una “historia verídica” es un relato de los eventos que realmente sucedieron en el mundo real. Puede escribirse por los testigos oculares, o por otros quienes preservan fielmente la información original.
Igualmente, el método científico moderno (el cual tuvo su origen en países cristianos) sigue el mismo procedimiento para conocer la verdad: El científico moderno lleva a cabo un experimento y registra la “historia verídica” de los eventos que realmente sucedieron en ese experimento. El estudio de “historias verídicas” conduce al conocimiento, la sabiduría y la “fe” en lo que realmente existe.
¿Qué ES lo que realmente existe? La manera de descubrirlo es estudiar historias verídicas. Las historias verídicas constituyen el método que Dios escogió para enseñarnos la verdad acerca de Su divina persona y de nosotros mismos. Dios es el autor de las “historias verídicas”. Dios (no la casualidad ni el caos) es el que decide cómo van a resultar las cosas. En realidad existe un juez supremo (a quien llamamos “Dios”) quien juzga cada uno de nuestros pensamientos y acciones, y quien nos da la recompensa conforme a Su divino criterio. Nuestras acciones producen consecuencias, y en medio de esas consecuencias se ven la mente y la mano de Dios. La historia que se escribe correctamente es un simple registro de acciones y consecuencias. Podemos entendernos a nosotros mismos y a Dios por medio de las historias verídicas en la Biblia y en otros libros.
Esto no quiere decir que toda historia verídica es inspirada por Dios, como la Biblia. Los escritores de la Biblia fueron iluminados por el Espíritu de Dios, en cuanto a cuáles eventos debían ser registrados, cómo expresarlos y por qué sucedieron. La diferencia entre la Biblia y otras historias verídicas es que la Biblia contiene una interpretación correcta de los eventos y explica la participación del Dios invisible.
Las parábolas de Jesús no fueron fábulas ficticias. Más bien fueron como expresiones matemáticas. En las matemáticas, cada símbolo visible tiene un –y solamente un– significado. No hay nada ficticio. Cada número representa algo en el mundo real. Considere, por ejemplo, el número 10,926,745. El 6 representa seis millares, el 7 representa siete centenas, etc. Ningún otro dígito puede insertarse antes, después o en medio de estos dígitos sin cambiar el significado del número. Una parábola correcta, como una expresión matemática, no puede admitir otros detalles adicionales, y cada detalle que se menciona contribuye a su significado total. No así las fábulas ficticias.
El enemigo principal de la verdad es la ficción. Una historia verídica no puede contener detalles ficticios (inventados). Tampoco puede un experimento científico contener detalles ficticios. Un pequeño detalle que no es verídico puede destruir el valor de un experimento o de un relato histórico. Lo que sucede en una historia ficticia no es el resultado del criterio divino, sino del criterio del autor. El autor de la ficción hace un perjuicio a los buscadores de verdad, porque describe universos falsos, los cuales (aunque parecen ser reales) no son gobernados por el criterio divino.
Lo que sucede en un relato ficticio no es lo que Dios decidió que va a suceder; es lo que el autor humano decide que va a suceder. Ninguna verdad se puede descubrir de esta manera. Así como un científico no puede fabricar resultados ficticios para su experimento, tampoco puede el cristiano escribir historias ficticias que ilustran lo que sucede en el mundo real. La única cosa que es VERDAD es lo que realmente sucedió, no lo que pudiera haber sucedido.
Jesucristo nos llama para ser “testigos” de las cosas que realmente suceden. Los que inventan cuentos ficticios son falsos testigos.
Por esta razón, la imaginación humana no se menciona como una cosa positiva en la Biblia. Los ídolos son producto de la imaginación humana. Parecen reales: tienen ojos y manos, etc., pero no son verdad. Solamente son imaginarios. Tales imágenes no representan la mente de Dios. Tampoco puede representarla una historia ficticia (que puede ser “conforme a la realidad”, pero no verídica). Tales historias son como los ídolos. No conducen al conocimiento de la verdad. De hecho, estas falsas imaginaciones son los enemigos principales de la verdad.
Una de las fuerzas motivadoras tras la idolatría es la ganancia monetaria. (Véase Hechos 19: 23-27.) Los libros ficticios se venden como pan bendito. Así también se venden las supuestas “biografías” que están llenas de detalles ficticios, descripciones inventadas y palabras imaginadas que salen de la boca de personajes bíblicos o históricos.
¿Comprende usted la confusión que produce la mezcla de verdad y ficción? ¿Qué de bueno resultó cuando Aarón hizo el becerro de oro y “lo añadió” a la historia del éxodo, aseverando que el rescate de Egipto había sido efectuado por dioses como estos? Hay que admitir que esta adición imaginaria era más divertida, y causó un gran avivamiento de interés entre la gente aburrida, pero al mismo tiempo amenazaba con destruir el verdadero testimonio del poder libertador de Dios, que se había revelado a través de un proceso muy largo. ¿Ve usted cómo un solo hombre imaginativo y creativo pudo corromper en 5 minutos un mensaje que duró 430 años en prepararse en Egipto? De la misma manera toda religión falsa tiene su principio por medio de añadir detalles ficticios a los relatos verídicos. La ficción es como un virus, diseñado por el enemigo para destruir la verdad en la tierra.
Padres, tengan mucho cuidado con los libros que utilizan la ficción para aumentar su atractivo. Evítenlos como si fueran ídolos. Promuevan un amor hacia la verdad en el corazón de sus hijos proveyéndoles historias verídicas (no las historias “conforme a la realidad”, sino las historias absolutamente verídicas). La ficción emocionante y la fantasía fascinante son como drogas estimulantes. Producen una hambre que las sencillas historias verídicas no pueden satisfacer. Ustedes están entrenando los gustos de sus hijos: no se les puede dar una dieta de ficción y fantasía ahora, y esperar que después tengan hambre y sed de justicia. La ficción impresionante y conmovedora hace que la verdad parezca fastidiosa.
Lo que hizo la Evolución al pensamiento científico es igual a lo que hizo la Ficción al pensamiento literario. La Evolución y la Ficción están totalmente en contra de la Verdad, y conducen más y más a la impiedad. Lo que se llama “literatura clásica” de este mundo es indigno de la persona de Cristo, porque no es “verdadero, honesto, justo y puro” (Filipenses 4:8).
No es prudente enseñar a los niños que se deben añadir detalles falsos a un relato verídico para que sea más atractivo. Los niños así entrenados aprenderán a añadir detalles ficticios a sus propios escritos y observaciones del mundo, para que sean más atractivos a los hombres. Tales escritos son indignos de confianza. Dios no podrá usar a tales personas para Sus propósitos más altos. ¡Qué bueno que los escritores de los evangelios no escribían así!
¿Quieren ustedes que sus hijos aprendan a ser como los profetas de Dios o como los falsos profetas de la imaginación humana? Eso dependerá de la instrucción que ustedes les den. “Hijitos, guardaos de los ídolos.” (1 Juan 5:21.)
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