La Oración de una Madre que Educa en el Hogar
por Heather Miller
Oh Señor, mi Padre, escucha mi oración. Escucha las penas entremezcladas con alegrías que te elevo. Escucha mi alabanza y gratitud así como mis súplicas. Escucha mis palabras, Señor mi Dios, y respóndeme con las tuyas.
Bendice a mi familia Señor, a todos ellos, aunque somos ruidosos y medio locos. Bendíceme Señor, puesto que no puedo ser de bendición para ellos si estoy demasiado cansada y estresada. Bendice a mi esposo, pues él realmente es un hombre maravilloso, digno de admiración conforme se esmera en ser como tú. Bendice a mis hijos, a cada uno, en sus pequeñas y singulares personalidades, en sus asombrosas pequeñas vidas, bendícelos Señor. Bendice nuestro hogar, no es suntuoso ni digno de aparecer en alguna revista, pero es un hogar Señor, y lo amamos.
¡Qué maravilloso eres, Señor! ¡Qué asombrosa es tu creación! ¡Cómo te agradezco por estos preciosos niños que has puesto en nuestras vidas, bajo nuestro cuidado y enseñanza! Continuamente me asombra el mundo que me rodea, Señor, el mundo que Tú creaste. Me maravillo de la belleza aun de la cosa más pequeña y simple como una catarina, una mariposa o un tulipán que apenas emerge. Me impresiona la gloria del sol y la centellante vastedad del cielo nocturno. Me asombro más allá de las palabras por esos pequeños e intrincados detalles que has puesto en todo. ¡Qué asombroso es el cuerpo humano! ¡Qué frágiles somos, y no obstante nos has hecho tan fuertes! ¡Cómo es verdaderamente milagrosa la concepción del alma humana, y el crecimiento de esa alma dentro de mí, hasta que emerge como un hijo bendecido! ¡Me asombra el obrar de las plantas, la inmensidad del sistema solar, el instinto en los animales; el amor entre esposo y esposa, y entre padres e hijos! Eres verdaderamente grande, Oh Señor, verdaderamente asombroso y poderoso, y no obstante, tan amoroso y paciente. ¡Eres el padre perfecto, Dios Padre, y cómo deseo poder ser más como Tú!
Da a mis hijos esa actitud semejante a Cristo que tanto quiero que tengan, Señor. Concédeles el honor precioso de tener una relación contigo. Ayúdame en mi esfuerzo por traértelos, Padre, conforme intento presentarles la maravilla que Tú eres. Concédeles, a cada uno, un espíritu de obediencia tanto para con nosotros, sus padres terrenales, como para contigo, la autoridad suprema. Dales, a cada uno, un espíritu jovial conforme realizan sus tareas diarias. Ayúdales a descubrir el gozo de servir a otros aunque sea tan sólo a su hermano pequeño. Da a cada uno un espíritu compasivo, amable y alegre. Ayúdales a ver el milagro de cada nuevo día, el milagro de la vida, de la naturaleza, ¡de la salvación! Concédeles, a cada uno, un amor por el aprendizaje, una curiosidad de niño que no se desvanezca conforme vayan creciendo. Dales Tu amor, Oh Señor, dales de Ti mismo. Concédeles seguridad, salud y felicidad, Señor. Dales una buena infancia y buenos recuerdos.
Danos un hogar feliz, Señor. Que nuestras camas siempre estén cómodas y calientitas en el invierno, y frescas en el verano. Que nuestro televisor permanezca apagado la mayor parte del tiempo y nuestros cerebros encendidos. Permite que nuestra cocina siempre esté llena de buena comida y nuestra mesa con buenas conversaciones mientras comemos. Bendice nuestro pequeño hogar, Señor ¡Bendícenos a todos!
Ayúdame a darme cuenta del gran privilegio que es enseñar a mis hijos. Ayúdame a tener siempre en mente que enseñarles también es una gran responsabilidad, una responsabilidad que Tú has ordenado a todos y cada uno de los que somos padres cristianos. Ayúdame a tomar esta responsabilidad con toda seriedad, pues es tan importante que nuestros hijos sean criados de acuerdo con Tus mandamientos y estatutos. Ayúdanos a siempre tener en mente que estos niños son nuestros solamente por un breve tiempo, que realmente son Tus hijos, Señor, y que sólo nos los has dado por una temporada en la vida. Ayúdame a estar dispuesta, Señor, a dar mi todo por el bienestar de mis hijos, porque verdaderamente son “los más pequeños,” de manera que cualquier cosa que haga por ellos, de cualquier forma en que les hable, de cualquier manera en que actúe para con ellos, en esas mismas maneras hablo y actúo para contigo.
Ayúdame Señor, a acordarme de ver a cada uno de mis hijos como Tú los ves. Ayúdame a ver la hermosura en cada uno de ellos, su potencial pero también la belleza que mora en ellos ahora mismo, en este momento, hermosura en ellos porque son mi bendición de parte tuya.
Ayúdame a tener paciencia, Dios. Paciencia en esos enredos pegajosos y cuando mojan la cama, paciencia con esos alumnos frustrados o desanimados y con las exasperaciones resultantes por el encierro prolongado. Concédeme paciencia cuando las emociones se desbordan y sueltan una ofensa hacia mí o unos a otros. Dame paciencia cuando se me pida explicar la misma cosa… otra vez.
Concédeme paz, Señor. Paz en medio del caos que es nuestra vida. Ayúdame a saber la diferencia entre paz y quietud, porque a veces los momentos verdaderamente más pacíficos son también los más ruidosos. Dame paz cuando los niños estén enfermos o el día simplemente me parezca muy largo. Dame paz cuando fallan los planes y los días resultan un desastre. Dame paz cuando se amontonan las críticas en contra de nosotros y las dudas y las incertidumbres comienzan a aparecer. Dame paz, Señor, la paz que sobrepasa todo entendimiento. No necesito comprenderlo, Señor, solamente necesito la paz.
Bendíceme, Señor, con un verdadero corazón de siervo. Ayúdame a gozarme en todas las pequeñas cosas con las que puedo ayudar a mi familia. Dame un corazón al que le encante enseñar, aun al final de un día difícil. Dame un corazón que encuentre satisfacción al lavar la vajilla o al lavar la ropa, porque al hacer todas estas cosas cuido de mi preciosa familia. Dame un corazón que rebose de amor cuando se le pida que lea un libro, cante una canción, revise un proyecto de arte, lea algo que ha escrito uno de mis hijos, juegue un juego o simplemente que cargue a un pequeño en mi regazo. Ayúdame, Dios, a morir a mí misma y a responder a ese llamado supremo a servir como madre. Ayúdame, Señor, a darme cuenta del privilegio que es ser una madre para estos maravillosos niños, amarles, cuidar de ellos e instruirles cada día.
Enséñame humildad, Señor mi Dios. Corrígeme como lo debe hacer un padre amoroso cuando mi mente o corazón se descarríen y haga cosas egoístamente o con arrogancia. Muéstrame en qué estoy equivocada, Dios, y ayúdame a hacer lo correcto. Ayúdame a hacerlo por las razones correctas. Ayúdame a siempre recordar que no soy perfecta, que ni siquiera soy la mejor en lo que hago. Ayúdame a reconocer con humildad que toda cosa buena que haga es hecha porque Tú en tu gracia me has bendecido con la habilidad y el conocimiento para hacerla. Ayúdame a recordar siempre que nada puedo hacer sin ti—¡pero todas las cosas son posibles cuando Tú estás conmigo!
Ayúdame a recordar que en ocasiones los niños conocen más verdad que yo y que debo escucharles y aprender de estas pequeñas bendiciones que me has dado. Ayúdame a jamás colocarme por encima de alguna otra persona, y a nunca pensar que lo sé todo, porque antes del quebrantamiento es la soberbia, y Señor, Tú sabes lo orgullosa que puedo ser en ocasiones. Además, estoy tan cansada de tanta caída.
Concédeme sabiduría, Dios. ¡Tú bien sabes que la necesito! Pues aunque sea muy conocedora según las normas del mundo, sé que la verdadera sabiduría viene solamente de ti. Dame sabiduría para escoger las cosas que debo enseñar a mis hijos, para escoger los libros que voy a utilizar y las materias que vamos a estudiar. Dame sabiduría para discernir cuándo están listos mis hijos para un alimento espiritual más sólido. Dame sabiduría para contestar las preguntas que me hagan, inclusive las difíciles.
Por sobre todas las cosas, dame amor, Señor. Dame Tu amor cuando me sienta desalentada. Dame suficiente amor para que se derrame, y salga hacia las personas que me rodean. Dame amor por mi marido y mis hijos todos los días, inclusive en esos días, Señor. Si no tengo amor, nada soy, Dios, pero te tengo a ti, y Tú eres amor, así que concédeme una parte de ti mismo, este Espíritu Santo que vive dentro de mí. Ayúdame a permitirte brillar a través de mí hacia mi familia.
En el nombre de Jesús, amén.
Heather Miller vive en el noreste de Oklahoma con su esposo, tres hijos y cinco mascotas. Ella y su esposo han estado educando en el hogar a sus hijos desde el 2004 y han disfrutado (casi) cada minuto de ello. En su tiempo libre (lo que hay de eso), a Heather también le gusta leer, hacer colchas, la jardinería y hornear.
Este artículo fue originalmente publicado en la edición de Mar. / Abr. 2010 de la revista Home School Enrichment Magazine. ¡Inscríbase ahora para recibir un ejemplar GRATUITO de la revista! ¡Visite www.HSEmagazine.com hoy!
Leave a Reply