Home 2024 abril 30 SEÑOR, NO MI VOLUNTAD SINO LA TUYA

SEÑOR, NO MI VOLUNTAD SINO LA TUYA

SEÑOR, NO MI VOLUNTAD SINO LA TUYA

Por Shirley Miller

El catálogo prometía hermosas rosas florecientes, y cualquiera podía ver con sólo mirar la fotografía que simplemente ¡eran espléndidas! Pero lo mejor era que ¡no necesitaban de cuidados!

Como la jardinera que soy, aunque sin mucho éxito para plantar, no perdí tiempo y llené mi orden encargando 25 de esos maravillosos rosales que prometían adornar de color rosa mi jardín.

Cuando llegó el tiempo en que mis rosas brotaron por primera vez, no me decepcioné ni tantito. Realmente eran hermosas; florecieron y recibí muchos cumplidos con respecto a mis rosas.

De todas formas en la primavera siguiente, noté que los rosales no estaban mostrando señales de vida, pero realmente no puse mucha atención. Mi mente estaba preocupada con cosas mucho más importantes que mis rosales.

Más o menos desde el año pasado, había estado escuchando acerca de los problemas que la gente estaba teniendo con las escuelas públicas, y las cosas que había estado escuchando por parte de mis tres hijos apesadumbraban mi corazón.

Me preocupaba no sólo el escuchar que a nuestros hijos se les estaban enseñando cosas dudosas, sino también el ver cambios en sus actitudes.

Definitivamente nuestros niños no eran los mismos niños amorosos, divertidos y felices que yo había enviado a la escuela. Parecía que nuestros niños de cuarto y sexto grados ya no se llevaban bien y la actitud cristiana que estaba tratando de formar en ellos estaba siendo gradual-mente reemplazada con una actitud de competencia, de egoísmo que consistía sólo en pensar en el “yo primero”.

Aún nuestra niña pequeña de primer grado regresaba a la casa con una actitud que me molestaba. Hubo muchas ocasiones en las que se iba de la casa con lágrimas en sus ojos y regresaba de la escuela de igual forma.

Definitivamente nuestros niños estaban dándose cuenta de cómo era el “mundo”, y el efecto que el “mundo” estaba teniendo en nuestros hijos no era bueno. Durante este tiempo empecé a oír de gente que estaba sacando a sus hijos de la escuela y los empezaban a educar en casa. Supuse que estas personas tenían que ser un poco anormales, y sabía que yo nunca sería una de ellas.

Decidí no ser de los que se dan por vencidos. Me convertiría en una luchadora, trabajaría junto con la escuela y sería un instrumento para hacer de ella un mejor lugar donde aprendieran nuestros hijos.

Sólo me llevó unos pocos meses darme cuenta de que una “participación de padres” de este tipo no era requerida ni bien recibida.

Un pensamiento continuo entró en mi mente y no me dejaba en paz: Tú eres responsable de lo que tus hijos aprendan. También en mi mente me veía diciéndole al Señor que yo realmente no tenía control sobre lo que nuestros niños estaban aprendiendo en la educación pública, y que yo haría lo mejor para reenseñarles la verdad cuando estuvieran en la casa.

Porciones de la Escritura continuaban molestándome, como la de “no andar en consejo de malos.”

Había otro continuo pensamiento que era muy persistente: Tú no puedes educar a tus hijos en el hogar; no eres lo suficientemente inteligente para hacerlo. Nunca fuiste a la universidad y sólo fuiste una alumna promedio.

En ese momento mi mente estaba profundamente confundida, y nuestros niños estaban la mayor parte del tiempo en mi mente. Finalmente hablé con mi esposo, Kenny, acerca de la educación en el hogar y me dí cuenta que él estaba completamente en contra de la idea. Sorprendentemente su respuesta fue para mi ¡un gran alivio! Al menos ahora tenía una excusa: Mi esposo no me dejará y ¡debo estar sujeta a él!

De todas formas la paz no venía a mí; de hecho esta confusión se hacía más grande. Y en medio de esta confusión, Kenny entró a la casa después de estar podando el césped y me dijo que si los rosales no empezaban a producir algo pronto ¡los podaría!

Ese domingo en el estudio de la noche escuché decir a nuestro pastor que Dios no es el autor de la confusión sino de la paz. Satanás es el que nos confunde y causa que seamos miserables.

Esa noche entregué toda esa situación al Señor y le prometí que haría cualquier cosa que él quisiera que yo hiciera. Si su voluntad era que yo educara en casa, me comprometería a hacerlo. Le pedí que me diera una señal clara al respecto.

Al siguiente día fuí a examinar mis rosas. Mientras caminaba de un extremo a otro, me estaba arrepintiendo de haber gastado la cantidad de dinero que gasté, al parecer en una forma insensata.

Mientras me acercaba al final de la hilera, no viendo aun señales de vida, me arrodillé al lado de uno de los rosales muertos. Debido a que “no necesitaban de cuidados”, yo no había podado alrededor de ellos, y había hierba y zacate que estaba creciendo alrededor de la parte inferior. Instintivamente alcancé y arranqué algo de lo que estaba creciendo. Cuando lo hice, me dí cuenta de que nuevos retoños estaban saliendo de abajo del rosal. ¡No podía creer lo que veía! Limpié alrededor de otro rosal, y alrededor de otro, y ¡encontré nueva vida saliendo de cada uno de ellos!

Después de haberlo hecho en cuatro rosales, de repente lágrimas empezaron a brotar de mis ojos. Claramente Dios me había mostrado que nuestros hijos eran como esos rosales, y si les permitiera quedarse donde estaban, rodeados de “hierba”, la probabilidad de que se ahogaran sería muy alta, poniendo en riesgo su relación con el.

No existió en mi mente ninguna otra duda acerca de cuál era la voluntad de Dios para mí.

Incliné mi cabeza allí mismo en mi jardín y le dije al Señor que estaba lista para hacer su voluntad, pero que necesitaba la aprobación de mi esposo. Sentí una paz inmediata, y esa noche le pedí a Kenny permiso de educar en casa al menos por un año. Sin titubear contestó que sí.

Durante ese otoño nuestros hijos se quedaron en la casa para estudiar. Los resultados fueron obvios e inmediatos. Empecé a oír a los niños reírse y hablar entre ellos, dejaron de comerse las uñas, las actividades extracurriculares casi cesaron y las comidas juntos eran como cuando estaban en la edad pre-escolar.

Los niños que ya se acercaban a la edad adolescente, se apegaron más a su padre y a mí en lugar de ser jalados hacia su propio mundo como el mundo dice debe de suceder. ¡Nos disfrutábamos unos a otros!

Muchos cambios empezaron a operarse en nuestros hijos, pero no me dí cuenta sino hasta después de los cambios que se estaban llevando a cabo en mí.

Al tener más tiempo para pasar con nuestros hijos en la Palabra de Dios y en la oración, empecé a ver muchas “hierbas” que yo había permitido que crecieran alrededor de mí.

“Hierbas” de amargura, de rencor y de ocupaciones, por mencionar algunas, me habían estado literalmente ahogando. Mis ocupaciones me habían estado privando de ir a la Palabra de Dios y de aprender los cambios que Dios quería que hiciera en mi vida. Había dado el paso de convertirme en una hija de Dios, pero había descuidado la parte de morir a mí misma y convertirme en una nueva persona en Cristo.

Si yo iba a enseñar a nuestros hijos, y si mi meta final para ellos era que amaran al Señor con todo su corazón, entonces no sólo tenía que enseñárselo sino que tenía que vivirlo delante de ellos.

Por supuesto que hay plantas que se desarrollan y que florecen en medio de condiciones pobres, así como hay niños que sobreviven y dan fruto en la educación pública.

El punto importante es si estoy en la voluntad de Dios. No importa lo que yo pienso o cómo me siento con respecto a tal o cual situación, yo no soy quien debe tomar las decisiones. Dios nos pide que estemos a favor de él, no en contra de él, y el estar a favor de él significa dejarle tomar el control de nuestra vida.

Nunca olvidaré al Señor hablándome hace seis años a través de los rosales, y estoy tan agradecida de haberme tomado el tiempo para escuchar.

Author: El Hogar Educador

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