Economía Para Jovencitos
por Leonard E. Read
Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él. – Proverbios 22:6
¿Hay alguna manera de presentar a los niños una comprensión de la economía de tal manera que sean atraídos al estilo de conducta de libre mercado? Sugeriré algo, aunque de ninguna manera agotaré, las posibilidades.
Si se te cae algo, recógelo.
Esto se enseña con facilidad, sobre todo por padres que aplican ellos mismos este principio. Es una enseñanza elemental en asumir responsabilidad de las acciones propias y no ser carga para otros con nuestra conducta. El niño que da este primer paso en dominio propio –si los pasos continúan y se hacen habituales– probablemente, al llegar a la vida de adulto, se responsabilizará él mismo, en vez de esperar que los demás le resolvamos sus dificultades económicas que fueron causadas por sus propios errores. Probablemente no será una carga para la sociedad.
Recoger lo que a uno se le cayó trae sus recompensas en términos de una mente ordenada. Cuando se convierte en reacción automática, es un hábito gozoso, y en ocasiones lleva a recoger lo de otros. Proyectado a la vida adulta, esto se manifiesta en una actitud caritativa, o en el sentido judeo-cristiano, el deber personal para con los menos afortunados.
Cumple lo que prometes.
El caos social no tiene otra aliada más efectiva que la promesa incumplida. Los niños a los que no se les enseña la necesidad de cumplir su palabra serán los autores de tratados que se escriben pero no se acatan. Contenderán por cargos políticos sobre plataformas ficticias y usarán los medios políticos para expropiar bienes, y venderán sus almas para ganar fama o fortuna o poder. No sólo dejarán de ser honestos para con sus prójimos –ni siquiera harán caso a los dictados de su propia conciencia. En cambio, los niños a los que se les enseña a cumplir sus promesas no faltarán a su palabra. La integridad será su marca de distinción.
Lo que pidas prestado, devuélvelo.
Esto es una extensión de cumplir lo prometido. El apego a estas advertencias desarrolla un respeto por la propiedad privada que es una premisa mayor en la sana doctrina económica. Nadie que sea criado de esta manera pensaría en enriquecerse a expensas de los demás. Los estados paternalistas y los planificadores sociales generalmente no tienen sus orígenes en esta clase de enseñanza, si la enseñanza es asimilada. Cierto, el socialista reconoce las deudas que tiene a título personal, pero hace caso omiso del endeudamiento que él patrocina a nombre del “pueblo.” No se le ha enseñado en su juventud el principio elemental de compensación o pago de deudas.
Practica el juego de dar gracias.
Se necesita un padre brillante y un niño extremadamente perceptivo para sacarle algún provecho a esto. Puedo presentar la idea, mas no la forma de enseñarla. La idea, una vez captada, es bastante sencilla, y sin embargo tan elusiva que apenas se descubrió hace escasamente un siglo: el valor de un bien o servicio se determina por lo que uno esté dispuesto a dar a cambio, no por el costo de producción. La ciencia económica no tiene concepto más importante que éste. El libre mercado no tiene otra génesis económica que esta teoría subjetiva o de utilidad marginal del valor. En efecto, se identifica acertadamente como la teoría del valor del libre mercado.
Una ilustración: Cuando Mamá da tres pesos a cambio de una lata de frijoles, ella valora los frijoles más que los tres pesos, y el abarrotero valora los tres pesos más que los frijoles. Si Mamá valorara los tres pesos más que los frijoles, no los cambiaría por frijoles. El valor, tanto de los tres pesos como de los frijoles (excluyendo otras consideraciones), es determinado por los dos juicios subjetivos. La cantidad de esfuerzo empleado (costo) para obtener los tres pesos o para adquirir los frijoles no tiene nada que ver con el valor ni de los frijoles ni de los tres pesos.
Cuando los tres pesos se dan a cambio de los frijoles, el abarrotero concluye la transacción con un “gracias,” pues a su juicio él ha ganado. Existe exactamente la misma justificación para que la mamá diga “gracias,” pues a su juicio ella también ha ganado. No sería nada inexacto describir esto como “el estilo agradecido de vida económica.”
A un niño se le puede enseñar a practicar la economía de las gracias antes de que ni por asomo pueda entender la teoría. Al intercambiar juguetes, canicas, pin-jacks o cualquier cosa unos con otros, él puede practicar el juego de dar gracias. Cada uno de los participantes en la transacción gana, y cada uno puede dar las gracias. Al lograr este objetivo con un niño habrás echado el fundamento de un razonamiento económico sano.
No le hagas nada a un amigo que no quisieras que él te hiciera a ti.
La filosofía moral es la investigación y estudio de lo que es correcto o incorrecto. La economía es una rama de esta disciplina: el estudio de lo correcto y lo incorrecto en asuntos económicos.
El libre mercado es la Regla de Oro en su aplicación económica, y por ende, la economía del libre mercado depende de la aplicación de la Regla de Oro.
El esfuerzo por enseñar la Regla de Oro a los niños dará, como mínimo, el resultado de una mejor observancia de la misma por parte de los padres. Los niños se impresionan fácilmente y están mejor regidos por la conducta de sus padres que por las amonestaciones de sus padres. Los intentos por enseñar este principio fundamental de la moralidad y la justicia podría llevar a tu hijo a imitar tu observancia y práctica del mismo, y podría resultar en una conducta ejemplar.
The Teaching Home Feb/Mar 1989
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