La hospitalidad en la vida de los creyentes
La hospitalidad es muy importante en la vida de los creyentes. Es algo que debemos no solamente practicar, sino también enseñar a nuestros hijos. I Pedro 4:9 nos dice que debemos hospedarnos “los unos a los otros sin murmuraciones.” Cuando se trata de recibir huéspedes en el hogar, es actividad para toda la familia–algunos cocinan, algunos asean y otros quizá hagan sacrificios como dejar la cama disponible durante una o dos noches.
Cuando vivíamos en Georgia, un amigo, que era anciano de la iglesia, me dijo, “Yo no puedo recibir visita en mi casa como lo hacen los demás ancianos porque mi casa aún está en construcción y me queda mucho trabajo por hacer para terminar.” Continuó diciendo, “Todos ellos tienen casas grandes y bonitas, y la mía es tan pequeña.”
Esa actitud contrasta fuertemente con la actitud de una pareja grande de edad que conocimos no hace mucho. Nuestra familia acompañó a algunos amigos para visitar a los familiares de ellos en la sierra. Los padres de él viven en una casa pequeña de dos piezas, hecha de madera y adobe. No tienen agua entubada, energía eléctrica, ni calefacción, sino la que proporciona la lumbre con la que cocinan. Tienen más de treinta años de vivir en esa casa.
Cuando llegamos, un cabrito correteaba por el patio de la casa. Samuel e Isaac se enamoraron de él. Caminaban con él, lo montaban, y en una palabra se divertían en grande.
Ese mismo día por la tarde, llevé a Samuel, Isaac y Anna a caminar por el bosque. Cuando regresamos, no se veía el cabrito por ninguna parte. Samuel corrió a la parte posterior de la casa para buscarlo. Allí estaba–¡pero colgado de las patas junto al establo! Lo estaban preparando para la comida. Los niños respondieron bastante bien a la situación.
Más tarde, cuando nos preparábamos para partir, la Sra. Sánchez se nos acercó y dijo, “Estuvimos muy contentos por su visita y nos encantaría que volvieran a venir. Pueden venir a pasar el día o pueden venir a pasar varios días con nosotros.” Había pasado la mayor parte del día cocinando sobre una lumbre abierta y recogiendo lo que la visita ensuciaba, y sin embargo al terminar el día se nos acercaba con un corazón abierto y una sonrisa en el rostro y genuinamente quería que regresáramos. ¡Eso se llama hospitalidad!
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