LA SABIDURIA- Clama en las Calles
Ross A. Tunnell, III
“Hijo mío, hijo mío, atiende a mis palabras…Escucha mis palabras para que te vaya bien…no te olvides de mi ley, y tu corazón guarde mis mandamientos; porque largura de días y años de vida y paz te aumentarán.”
El libro de Proverbios hace énfasis en la intensa relación docente entre un padre y su hijo. Más de veinte veces en el libro de Proverbios Salomón apela a su hijo de esta manera. El principal maestro de sabiduría y entendimiento para un hijo es su padre. El padre provee la autoridad y la información que conducen a una vida recta.
El libro de Proverbios es un trampolín perfecto para enseñar a los hijos. Salomón diseñó el libro para auxiliar a los padres en la formación moral de sus hijos. Tomó situaciones de la vida y registró principios memorables para guiar a su propio hijo por la senda correcta. Cada proverbio trata con una situación específica de la vida.
En una ocasión yo estaba leyendo Proverbios 1:20-22 con mi hijo. Dice: “La sabiduría clama en las calles, alza su voz en las plazas; clama en los principales lugares de reunión; en las entradas de las puertas de la ciudad dice sus razones. ¿Hasta cuándo, oh simples, amaréis la simpleza y los burladores desearán el burlar, y los insensatos aborrecerán la ciencia?” (RV)
Me preguntaba si mi hijo y yo podríamos escuchar la sabiduría clamando en el centro de nuestra ciudad. Así es que fuimos a ver. Nos sentamos en una banca de un parque en el centro y observamos lo que estaba sucediendo en el centro de la ciudad. Estábamos tratando de ver y oír la sabiduría. No tuvimos que esperar mucho tiempo.
Primero vimos una pareja de adolescentes acercarse a un cruce peatonal con semáforo. La luz peatonal cambió de “SIGA” a “ESPERE” al llegar ellos a la esquina. El joven se detuvo, pero la muchacha se soltó del brazo de él y siguió de frente para cruzar la calle, dejándolo a él allí parado mientras que parpadeaba la luz de “ESPERE.” Me volví hacia mi hijo y le dije, “¿Qué clase de esposa crees que resultará ser ella? ¿Aprendimos algo de esa situación?” Ambos pensamos que habíamos oído a la sabiduría gritar.
Era la hora de mediodía, y varias secretarias estaban comiendo. Una señorita corpulenta ingería un sandwich extragrande, una lata de Coca-Cola normal y un helado. Una señorita esbelta comía un sandwich de alfalfa germinada en pan árabe y una Coca-Cola dietética. Le pregunté a mi hijo, “¿Ves alguna secuencia de causa-efecto entre sus comidas y sus apariencias?”
Más tarde vimos a un hombre harapiento que rebuscaba entre contenedores de basura buscando botellas y envases para venderlos en la tienda. Empujaba un carrito de supermercado que ostentaba en letras fuertes la advertencia “No sacar del estacionamiento de la tienda.” Nuevamente aproveché la oportunidad para hacerle una pregunta a mi hijo: “Crees que el defecto de carácter que permitió que ese hombre se robara un carrito de compras del estacionamiento tenga algo que ver con su necesidad de rebuscar entre los botes de basura para ganarse la vida?” Mi hijo se puso pensativo.
La sabiduría estaba gritando ese día. Ser padre es una tarea nada fácil. Pero el hombre que lea Proverbios y lo comente con sus hijos será más sabio y más capaz de enseñarles sabiduría a sus hijos. Habrá algunas situaciones de la vida que su hijo no comprenderá porque aún no ha vivido lo suficiente. Pero cuando sea mayor y surja alguna situación en particular, el Espíritu Santo tomará el proverbio que el hijo aprendió de su padre y hará que tenga sentido en su mente. Entonces sí comprenderá. Y mantendrá su oído atento conforme la Sabiduría sigue proclamando sus advertencias.
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