¡No nos arrepentimos!
Lydia Reyes
Han pasado nueve años desde que comencé a educar en el hogar a mi hija, y sinceramente nunca pensé que la estaría educando así aún en preparatoria. Y, sin embargo, ya estamos por completar su primer año de preparatoria y estamos por preparar el pedido de sus libros de segundo año.
Mi motivo inicial para decidir educar en el hogar comenzó como una preferencia basada en el hecho de que “todos los demás lo están haciendo”. Pero no había pasado mucho tiempo cuando pude ver que el Señor estaba haciendo un cambio en el corazón de mi esposo, dándole una firme convicción de que los hijos con los que Dios nos había bendecido debían ser educados en el hogar, como única opción.
Tal vez ante los ojos de los demás hemos sacrificado innecesariamente las “cosas refinadas de la vida” para así financiar el deseo de educar en el hogar. Pero al haber escogido vivir un estilo de vida más sencillo, sin tener un carro último modelo, una casa nueva o lo último en tecnología, podemos decir honestamente de todo corazón, “¡No nos arrepentimos!”
Para nosotros como padres, nada podría ser de mayor valor que la relación, que no tiene precio, con cada uno de nuestros hijos. No existe ninguna laguna de comunicación en nuestro hogar.
Mientras que la mayoría de los niños sólo comparten los secretos de su corazón con sus mejores amigos, nuestros dos hijos se han sentido cómodos y libres de venir varias veces a compartirlos con nosotros.
Mi esposo y yo tratamos a nuestros hijos con el respeto que esperamos de ellos, y no hemos visto la semilla de rebelión germinar en ninguno de ellos. Al contrario, mucha gente nos ha dicho que nuestros dos hijos están creciendo en una responsabilidad y madurez que la mayoría de los jóvenes de su edad no tienen.
Las cuestiones de la socialización y la cuestión de si nuestros hijos serán capaces de “adaptarse al mundo real” han sido preocupantes para aquellos que no están familiarizados con la educación en el hogar.
Aunque personalmente no he investigado estas cuestiones, he pasado nueve años involucrada activamente con suficientes familias que educan en el hogar como para saber que los niños educados en el hogar no sólo son de los más socialmente adaptados que conozco, sino que demuestran más seguridad de quiénes son y qué quieren hacer en la vida que muchos de sus amigos que no estudian en el hogar.
Muchas de las necesidades de socialización de nuestros hijos han sido satisfechas debido a que asistimos regularmente a la iglesia y a las funciones relacionadas con ella. Pero en los últimos años han cultivado también otras áreas de interés.
Estas actividades extracurriculares incluyen clases de arte, clases de piano, y observación de aves. Además, pertenecen a un club filatélico y a un club de escritores. Nuestro hijo de diez años, que recientemente aprendió a jugar ajedrez, está interesado en unirse a un club de ajedrez, y está considerando el empezar su propio club.
A través de los años he tenido el beneficio de leer muchos libros y revistas disponibles para los padres que educan en el hogar. He asistido también a muchos talleres y conferencias de educación en el hogar en los que he recibido muchas sugerencias y consejos que necesitaba de familiares, amigos y compañeros que al igual que yo educan en el hogar.
Pero a pesar de toda la excelente información que he acumulado y usado, mi familia y yo sentimos que, si nuestra escuela triunfa, aun en grado mínimo, ese triunfo podemos atribuirlo sólo a una Persona – nuestro Señor Jesucristo, “en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento” (Colosenses 2:3). “Y vosotros estáis completos en él” (Colosenses 2:10).
Aún más, hemos encontrado que, en medio de este mundo de incertidumbres, especialmente ante los cambios constantes que hay en la legislación sobre la educación en el hogar, sólo podemos estar seguros de una cosa– ¡Él nunca cambia! Porque “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos” (Hebreos 13:8).
Debido a esta seguridad podemos enfrentar sin temor el futuro, con una paz que sobrepasa todo entendimiento.
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